La entrada al camino sin cielo

Se pararon frente a un árbol que tenía una gran grieta vertical, de la altura aproximada de un hombre. Muy disimulado y cubierto de musgo, en la parte superior parecía haber un símbolo cuyo significado Brixo ignoraba. 


–¡Vamos tontinas! –Nadano empujó a Brixo hacia el árbol como si aquel supiera que hacer. –¡¡Métete!! ¡¡Métete!!

Brixo apoyó ambas manos en los bordes de la rajadura y observó. Definitivamente no había lugar a donde ir, adentro todo parecía sólido, no entendía lo que querían hacer los gnomos. Pero ellos seguían insistiendo.

–¡Empuja, empuja con tu cuerpo! –le insistía Brupster.

Brixo se asomó un poco más, sin estar convencido en absoluto. Los impacientes gnomos no aguantaron más. Brupster se subió sobre la cabeza de Brixo y, tomándose de una rama del mismo árbol, empujó al chico con ambos pies hacia la hendidura. Mientras, Nadano le pateaba las rodillas por detrás. La escena se volvió irreal con las dos pequeñas figuras moviéndose frenéticas de un lado a otro por sobre el muchacho, a veces empujando y a veces palanqueando con un palo, mientras el aprendiz trataba de resistirse y volver atrás.

El árbol parecía ya haberse chupado la cabeza de Piernas Largas cuando lo sintió. Fue como una succión, como si lo tironearan desde adentro y lo hicieran pasar por entre dos muebles muy apretados. Luego de eso se encontró cayendo en la penumbra y justo cuando iba a empezar a gritar dio con su trasero por tierra. La oscuridad que lo rodeaba era apenas rota por una claridad leve. Sus ojos se fueron acostumbrando a ese tono de luz suave.




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